Lied o Canción de Concierto
“Lied, canción de intensidad delicada y profunda sutileza”
Son pocos los amantes del lied aunque profundamente fieles; amar el lied requiere una sensibilidad especial.
Uno ama la música sinfónica porque es la abstracción absoluta, la música en su esencia, desnuda, plena, matemática y salvaje, infinita y a la vez estructurada.
Los seguidores de la ópera y la zarzuela son del Arte total, el drama, la pasión que arrebatadoramente se funde con las notas de la orquesta teñidas con la sangre de la vida y el frío de la muerte, aquí la música se viste de carne, desciende de las esferas y habita en lo mas visceral de nuestros deseos.
“Los amantes del lied son seres errabundos”
No encuentran su espacio en las magnitudes. Espíritus delicados que respiran los sutiles aromas de la poesía, que se estremecen con el roce de una metáfora aterida entre acordes, con la sencillez de una melodía que encierra todo sin poseer nada. Hay que ser un «lobo estepario» para reconocer que en la soledad de un silencio, en la levedad de un breve poema musicado hay, a veces, mas esencia, mas intensidad de la soportable.
Los amantes del lied son habitantes de un mundo invisible y de un tiempo extinguido o, quizá, todo lo contrario.
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“Lied, canción de intensidad delicada y profunda sutileza”
Son pocos los amantes del lied aunque profundamente fieles; amar el lied requiere una sensibilidad especial.
Uno ama la música sinfónica porque es la abstracción absoluta, la música en su esencia, desnuda, plena, matemática y salvaje, infinita y a la vez estructurada.
Los seguidores de la ópera y la zarzuela son del Arte total, el drama, la pasión que arrebatadoramente se funde con las notas de la orquesta teñidas con la sangre de la vida y el frío de la muerte, aquí la música se viste de carne, desciende de las esferas y habita en lo mas visceral de nuestros deseos.
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“Los amantes del lied son seres errabundos”
No encuentran su espacio en las magnitudes. Espíritus delicados que respiran los sutiles aromas de la poesía, que se estremecen con el roce de una metáfora aterida entre acordes, con la sencillez de una melodía que encierra todo sin poseer nada. Hay que ser un «lobo estepario» para reconocer que en la soledad de un silencio, en la levedad de un breve poema musicado hay, a veces, mas esencia, mas intensidad de la soportable.
Los amantes del lied son habitantes de un mundo invisible y de un tiempo extinguido o, quizá, todo lo contrario.
Morgen! de Richard Strauss
Strauss escribió la canción originalmente para ser acompañada por el piano. En 1897 orquestó el acompañamiento para cuerdas de orquesta más un violín solista, un arpa y tres trompas. Las cuerdas de la orquesta son silenciosas, y la dinámica en todo momento es pianissimo o más suave. El arpa, tocando arpegios, y el violín solista acompañan continuamente hasta la palabra «stumm», momento en el que entran las trompas. El violín y el arpa vuelven a entrar después de «Schweigen’, y las trompas se callan hasta los últimos compases. El último acorde se une con un solo de trompa.
La Rosa y El Sauce
Pastoral
Jean-Jacques Rousseau
Responderé con la mayor brevedad posible
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